viernes, 20 de enero de 2017

LOS PASEOS DE DONCAMILO- Capitulo V

EL PRIMER AMIGO

      El día siguiente a su llegada se despertó a causa del movimiento de muebles que retumbaba en su casa. Miraba a todos lados, todo le era extraño. Bostezó, se encontraba en “estado de coma profundo”. ¿Cómo en un chico tan pequeño, se podía almacenar tanto sueño? Oyó una voz conocida a modo de orden “¡Quieres lavarte ya u os esperamos todos a mañana!” Se dirigió a lo que parecía el aseo, acertó. Era pequeñísimo, como él decía, pero al menos tenía inodoro. Sus padres le habían liberado, con este piso, de muchas cosas. Ya no tendría que buscar, en el corral, un lugar en donde no le pudieran ver desde otro. Después se tendría que ocupar de encontrarse con algún hueco que estuviera limpio. Y no ya no debería  mantener el equilibrio sobre sus dos pies para no caerse sobre alguna sorpresa no advertida. Observó que había un lugar donde colgaba: Era como una tapa de una cajita, de la cual pendía una barrita en forma de L acostada. Ya no tendría que llevarlo en la mano y nadie sabría a donde iba. ¡¿Pero que estás mirando?! Otra vez la misma voz y la presencia de la dueña de ella, aparecieron en la puerta. Era su madre. ¿Quién sino iba a ser? Salió de su ensimismamiento y no sabía que hacer. Su madre le sacó de dudas. Le tomo de la mano y con la otra le hizo acercarse al lavabo cogiéndole la cabeza. Le arrimó todo lo que pudo y mojando el pico de una toalla le restregó la croa con agua que emanaba de una fuente que había sobre esa palangana tan peculiar. Se puso de puntillas, entre sus ganas de observar y los empellones del cuello de su madre, tirando hacia arriba. Tenía un tapón, la porcelana. Era negro y colgaba de una cadenita de la parte de arriba de la palancana, sujeta con una especie de tornillo que daba vueltas hacia todo los lados. Ahora le tocaba secar la cara y en eso su madre era un autentico verdugo. Le restregaba al tiempo que murmuraba, no se sabía qué, solo se la entendía “limpio”. Se la oyó decir “Hale, ya estás” y desapareció. El muchacho, porque no le gustaba que le llamaran niño (le hacía más “pequeño”) tiró de la cadenita y el agua se escapaba por ese agujero. Enseguida, en un acto reflejo, se agacho a mirar debajo de lavabo. Mientras se oía el agua correr, él no veía ninguna mancha en el suelo de la casa. Verás cuando lo cuente a mis amigos.... ¿pero cuando me llevarán? Y se sintió triste.
La voz de su madre se oyó de nuevo, “El desayuno en la mesa”. Se fue a la cocina, donde salía la voz. Allí tenía un tazón de leche ensopada con el pan duro de ayer, calentita y dulzona, como cada día. Era lo único que notaba que era lo mismo que la jornada anterior. Bueno eso, las voces de su madre y los restregones en la cara que notaba cada vez que ella le lavaba, y eso era muy a menudo, incluso cuando ya él se ya se había aseado. Nunca le gustaba, a ella, como quedaba cuando lo hacía solo. Hoy no le tocaba peinarse, pensaba, pero no lo quería decir por si se encontraba con un bofetón. -Mamá, me voy a la calle a ver quién hay-le dijo. Encontró la respuesta que esperaba ¿y quién va a haber, si no conoces a nadie? Espera que baje contigo. Los dos descendían por la escalera y a la mitad, su madre le clavó los ojos, él se sintió crucificado o a punto de serlo, se preguntó qué que habría hecho ahora. ¿Es que no puedes decir que te peine, no puedo estar en todo contigo? Ya lo sabía. Pero.... no pudo decir más. De un empellón le dirigió de nuevo escaleras arriba y le peino. Sentía que le clavaba las púas del peine, pero ¡cualquiera se quejaba!
     Abrieron la puerta del portal de acceso a la escalera y solo encontraron a un niño sentado en una hamaca en el otro portal, a la izquierda de donde ellos salían. Se acercaron a él y su madre le preguntó ¿Puede mi hijo quedarse contigo? Claro, señora, yo estoy aquí todo el día, estoy enfermo, ¿sabe usted? Y me tiene que dar el aire pero sin jugar. Y ¿qué te pasa? Le preguntó su madre. Dicen los médicos que tengo que hacer reposo, yo no lo sé, le contesto el otro niño.
     Buenos días, se oyó de un piso de más arriba. Instintivamente todos miraron hacia arriba. Es mi madre, dijo el niño de la hamaca. Buenos días, contestó su madre. Y la de arriba pregunto a su hijo, ¿tienes hambre, ya? Ya es la hora de almorzar. Todos los de abajo entendieron que la señora iba a bajar a su hijo un bocadillo. La señora de arriba, que ahora estaba abajo, tendió sendos bocadillos, no muy grandes a su hijo y a su nuevo compañero, el cual se sentó a la izquierda de la hamaca, en un escalón que hacía el escaparate de una droguería, que como era tan pequeño, el niño, no lo ocultaba a la vista de los posibles clientes, según dijo el droguero que salió al ver a dos clientas nuevas, en potencia.
     La madre del niño de la hamaca, dijo que tenía mucho que hacer (después de 1 hora que llevaban hablando) y dirigiéndose a nosotros dijo: Luego, cuando mi hijo se tenga que subir a tomar sus medicinas, te subes con él, a jugar. Entonces volvió a sonar la voz: Si su hijo quiere y tiene ganas, luego, esta tarde, sobre las cinco, se puede venir a jugar con mi hijo. Asintieron todos y la otra señora dijo: Vale, que venga, yo me asomaré a esa hora y bajo a por el niño para que sepa donde vivimos y venga cuando quiera. Esto sonó a modo de despedida y todos nos fuimos a nuestra casa. Era la hora casi de que volviera de trabajar el padre de DonCamilo niño.

jueves, 12 de enero de 2017

LOS CIELOS

Nubes y pinos
Espera
Tedio

Sosiego

Apertura

Trabajo

Nostalgia

Apertura

Resurgir

Esperanza

Temor

Panico

Trafico y otoño

otoño I

Verja

Nubes y poste telefónico

Argés entre pinos

Agua y suelo

CUADROS DE DONCAMILO-Toledo

Bajada del barco y cuesta del garbancero
Toledo (según el autor)
Toledo
Puerta de Visagra (nueva)
Puente de San Martin
Puente de Alcantara
Convento de Santa Isabel
Escalinatas de la cava baja
Calle del Cristo de la Luz

martes, 3 de enero de 2017

LOS PASEOS DE DONCAMILO-Capitulo IV


DE CUANDO DONCAMILO FUE DONCAMILO

fotografía de chusargo
DonCamilo seguía acariciando a Pelón mirando, con interés, a un lienzo, que tenía principiado sobre el caballete. Se estaba poniendo las manos perdidas de pintura y su pensamiento vagaba por el entorno de su estudio. ¡Joder! exclamo cuando se había dado cuenta de que no podía coger con la mano ni un mísero lapicero con el que tomar notas. Pelón fue al suelo, lejos de las manos de DonCamilo, entre “contra el suelo no”, “que golpe..., que golpe”, rebotó varias veces en el suelo del estudio, ora de pelos, ora de mango, ora en plano. Ya quedó en estado de equilibrio, tranquilamente tumbado en el suelo. DonCamilo con la punta de los dedos, índice y pulgar, cogió a Pelón, no sin dificultad, cuidando de no ensuciar el mango y el suelo, por lo que le convenía, claro. Metió de cabeza a Pelón en un frasco que contenía aguarrás. Mientras, con un trapo húmedo, limpiaba el mango de Pelón. -Menos mal que lo está haciendo con un poco de delicadeza-pensó para sus adentros. DonCamilo le miró con ternura, como si estuviera leyendo su pensamiento, al mismo tiempo que le pedía perdón.
fotografía de chusargo
fotografia de chusargo
Sus pensamientos se fueron hacia unos un tiempo pasado. Le dejaron solo, sin familia. Sus hijos no le veían. Menos uno, el resto se habían casado y no le permitieron ir a sus bodas. La venganza de su “contraria” estaba surtiendo efecto. Su hijo menor, al que todos los días le llevaba al colegio, antes de dormirse, por que su trabajo era nocturno, ya no acudió a la cita diaria. Su teléfono ya no existía. Aquel teléfono que era la forma de contactar con él ya no lo tenía. DonCamilo se quedo con la tarjeta de prepago que había le comprado. Su único hijo, de cinco años, también le había abandonado. Solo le quedaba un recurso. Rehacer su vida.

fotografía de chusargo
Estaba, como todo el mundo, estrenando mes, año y siglo, era el 2.001 y decidió no permitir que la soledad pudiera acampar en su vida. Se puso un abrigo y Salió a la calle. Iba decidido a poner el remedio que tenia pensado. Buscó una tienda de informática y compró un ordenador portátil, ya le habían hablado de ello. La razón que le movió a ello era almacenar fotografías hechas a lo largo de 2 años con una máquina de fotografías digital que compro al finales del siglo XX. No tenia mucho dinero y adquirió una semireflex, de objetivo fijo. Tampoco le dieron su equipo réflex de fotografía convencional. Esa cámara le serviría para evitar que esa soledad se adueñara de su vida. Ahora tocaba ordenar esas fotos y lo primero seria archivar ese trabajo que hizo durante todo el 2.000 y parte del 1.999. Con su portátil nuevo y su afán por conservar sus recuerdos, se dirigió, resolutivo, hacia su coche.


Tenía un coche portentoso, enorme, de los que no se producían y con todos los avances que en su época le permitía el tiempo de fabricación. Era un coche grande como él solo, de esos que cuando circulaban por las calles de su ciudad, parecía que dijera “aquí estoy yo”. Era el único vehículo a su alcance en el concesionario. Fue a verlo un viernes por la tarde, cuando sus hijos, todavía solteros, fueron a requisárselo por mandato de su madre. Era lo único que le quedaba. Un coche pequeño que todavía no había terminado de pagar. El lunes síguente ya tenía otro con el que podía ir a trabajar en las afueras de Toledo.


Cada paso que daba, a DonCamilo le venía algún recuerdo a su cabeza. Pero bueno, pronto reharía su vida. Le pusieron debajo de la ventana de su alcoba una mesa camilla muy coqueta, con sus faldillas azules de paño, como requería el invierno. DonCamilo tenía un radiador pequeñito de estatura, con dos elementos que le servía perfectamente para meterle en el hueco habilitado para un brasero. Miró al radiador y pensó, con orgullo, que quedaba que ni pintado, bajo la mesa. Observó que la silla era un poco baja y tenia las piernas encogidas y los brazos estirados. No estaba cómodo, vaya. Solucionó el tema con un cojín, de los muchos que había por la casa (gordo) y ya estaba el asiento a su gusto y comodidad. Pero no para su hermana que apareció con otro, igualito, que hacia juego con la mesa. Estaría bueno que no pusiera su opinión en forma de cojín.


El ordenador lucía perfecto sobre la mesa cubierta de azul. Era de color rojo. Se sentó en su silla, le abrió la tapa, enchufó el cargador y le dio al interruptor. Su labor de rehabilitación había comenzado.

lunes, 2 de enero de 2017

LOS PASEOS DE DONCAMILO-Capitulo III

LA HORA DE APRENDER

fotografía de chusargo
El 5 de Junio de 1.957, a “el que no era DonCamilo”, le pusieron en un camión, junto a su madre, su melliza y el chófer camino de Toledo. Transportaban los muebles de su casa hacia otra vivienda en Toledo que le tocó a su padre en un sorteo de casas construidas por el gobierno. Su madre iba lloriqueando porque dejaba su pueblo con toda su familia. El conductor, casi familia de mi padre, intentaba  que toda la familia viera con mejores ojos el traslado a la capital. En cierto modo, todos iban tocados de morriña por el lugar que ahora abandonaban. Él pensaba en sus recientes amigos, aquellos con quien jugaba al gua al escondite y a todos los juegos que a veces se inventaban. Aquí se quedaba todo su mundo. Aquí se quedaba su infancia verdadera, su primera infancia. Él se preguntaba si habría niños y si querrían ser sus amigos. Temía que no hubiera sitio donde jugar, siempre pensaba en lo que había oído a los mayores. “Que a gusto se vive en los pueblos, en la capital solo hay coches”. Él se quedó con todas esas cosas que se decían de Toledo. El camión hizo un giro a la derecha y apareció un paisaje que le puso los pelos de punta, ¿Sería ese el lugar donde vamos a vivir? ¡¡¡es muy bonito!!! Quería vivir en esa ciudad, deseaba llegar pronto a estar dentro de esa ella. Qué magnífico empezar su sexto año en una ciudad tan bonita. Cuántas torres de iglesias se veían. Y cada torre ¿será de una sola iglesia? o ¿habrá iglesias con mas de una torre? El camión ya estaba entrando en la ciudad de Toledo. El río Tajo, que así se llamaba, según le había enseñado su padre, corría allí abajo, llevaba mucho agua y bajaba muy rápido. ¿Cómo se entraría en aquella ciudad, Toledo?. Parecía un cuento de esos que tenia para leer, de los de guerreros medievales, con sus lanzas y sus historias terribles en los conventos. El autobús bajaba muy despacio por la cuesta que le llevaba al puente de San Martin, hoy día en desuso para los vehículos a motor y por aquellos tiempos uno de los dos pasos para llegar a la ciudad.
fotografía de chusargo
-Mira mamá, vamos a cruzar el río por el puente-. Lo decía con júbilo y a su madre no le hacía ni chispa de gracia. Estaba nervioso al ver que el camión casi rozaba con la puerta de entrada al puente, que a base de alguna que otra maniobra conseguía seguir su trayecto en dirección a la puerta de salida que suponía la entrada a la ciudad de Toledo. Una vez fuera del puente, el camión giró a la izquierda hacia el paseo de Recaredo. “El que no era DonCamilo” se sintió decepcionado, no iban a la ciudad de los cuentos que leía.
El motor ronroneaba fuerte porque la cuesta se lo merecía. Decían de los toledanos que todos teníamos el corazón a un lado de subir y bajar cuestas. Se nos caía de un sitio a otro. Todo Toledo era así, cuesta para arriba y cuesta para abajo, calle estrechas y empinadas, recovecos y escalones, cantos rodados en el suelo y piedra en los edificios, ladrillos rojos y azulejos amarillos y verdes de Puente del Arzobispo y blancos y azules de Talavera de la Reina. Pero ya vería el niño la ciudad que ya soñaba con ella. El camión había coronado la calle y como por arte de magia apareció a la derecha una puerta mozárabe: la Puerta del Cambrón. Llamada así por que se criaban cambroneras (pinchos rastreros, que crecían allí y pinchaban en los pies atravesando las suelas de las sandalias que llevaban los pobres que merodeaban por la puerta a expensas de que les dieran algún donativo los caballeros y mercaderes). El pequeño seguía admirando el panorama y, a su vez, admirado del mismo. El paseo de Recadero, por el que circulaba nuestro camión desembocaba en la Puerta de Visagra nueva y la puerta antigua, del mismo nombre es la que nos dejamos, unos 100 metros antes a la derecha. Una puerta árabe, que servía de acceso al barrio, del mismo nombre, renombrada y llamada Puerta de Alfonso VI, conquistador de Toledo.
fotografía de chusargo

El camión giró en la puerta de Visagra nueva y enfiló, de nuevo,  a la izquierda, dejando un parque, el Paseo de Merchán, ( La Vega) a la derecha y, como siempre, bajando una cuesta empinada, para no perder la costumbre. Girando a la derecha bajamos la Avenida de la Reconquista, hasta el monolito que representaba esa victoria, decían, pero a mi me parecía de otra celebración, pero no opino. Una vez en el monolito, cruzamos la carretera de Ávila y apareció la Escuela de Magisterio, situada en un antiguo cementerio y colocada encima. (No sé que se quiso tapar ahí). Un poco más lejos, poco, se encontraba el futuro barrio barrio del "que no era DonCamilo"