LA HORA DE APRENDER
fotografía de chusargo |
El 5 de Junio de 1.957, a “el que
no era DonCamilo”, le pusieron en un camión, junto a su madre, su
melliza y el chófer camino de Toledo. Transportaban los muebles de su
casa hacia otra vivienda en Toledo que le tocó a su padre en un
sorteo de casas construidas por el gobierno. Su madre iba
lloriqueando porque dejaba su pueblo con toda su familia. El
conductor, casi familia de mi padre, intentaba que toda la familia
viera con mejores ojos el traslado a la capital. En cierto modo,
todos iban tocados de morriña por el lugar que ahora abandonaban. Él
pensaba en sus recientes amigos, aquellos con quien jugaba al gua al
escondite y a todos los juegos que a veces se inventaban. Aquí se
quedaba todo su mundo. Aquí se quedaba su infancia verdadera, su
primera infancia. Él se preguntaba si habría niños y si querrían
ser sus amigos. Temía que no hubiera sitio donde jugar, siempre
pensaba en lo que había oído a los mayores. “Que a gusto se vive
en los pueblos, en la capital solo hay coches”. Él se quedó con
todas esas cosas que se decían de Toledo. El camión hizo un giro a
la derecha y apareció un paisaje que le puso los pelos de
punta, ¿Sería ese el lugar donde vamos a vivir? ¡¡¡es muy bonito!!! Quería vivir en esa ciudad, deseaba llegar pronto a estar dentro de
esa ella. Qué magnífico empezar su sexto año en una ciudad tan
bonita. Cuántas torres de iglesias se veían. Y cada torre ¿será de
una sola iglesia? o ¿habrá iglesias con mas de una torre? El camión
ya estaba entrando en la ciudad de Toledo. El río Tajo, que así se
llamaba, según le había enseñado su padre, corría allí abajo,
llevaba mucho agua y bajaba muy rápido. ¿Cómo se entraría en
aquella ciudad, Toledo?. Parecía un cuento de esos que tenia para
leer, de los de guerreros medievales, con sus lanzas y sus historias
terribles en los conventos. El autobús bajaba muy despacio por la
cuesta que le llevaba al puente de San Martin, hoy día en desuso
para los vehículos a motor y por aquellos tiempos uno de los dos
pasos para llegar a la ciudad.
fotografía de chusargo |
-Mira mamá, vamos a cruzar
el río por el puente-. Lo decía con júbilo y a su madre no le hacía
ni chispa de gracia. Estaba nervioso al ver que el camión casi
rozaba con la puerta de entrada al puente, que a base de alguna que
otra maniobra conseguía seguir su trayecto en dirección a la puerta
de salida que suponía la entrada a la ciudad de Toledo. Una vez
fuera del puente, el camión giró a la izquierda hacia el paseo de
Recaredo. “El que no era DonCamilo” se sintió decepcionado, no
iban a la ciudad de los cuentos que leía.
El
motor ronroneaba fuerte porque la cuesta se lo merecía. Decían de
los toledanos que todos teníamos el corazón a un lado de subir y
bajar cuestas. Se nos caía de un sitio a otro. Todo Toledo era
así, cuesta para arriba y cuesta para abajo, calle estrechas y
empinadas, recovecos y escalones, cantos rodados en el suelo y piedra
en los edificios, ladrillos rojos y azulejos amarillos y verdes de
Puente del Arzobispo y blancos y azules de Talavera de la Reina. Pero
ya vería el niño la ciudad que ya soñaba con ella. El camión
había coronado la calle y como por arte de magia apareció a la
derecha una puerta mozárabe: la Puerta del Cambrón. Llamada así
por que se criaban cambroneras (pinchos rastreros, que crecían allí
y pinchaban en los pies atravesando las suelas de las sandalias que
llevaban los pobres que merodeaban por la puerta a expensas de que
les dieran algún donativo los caballeros y mercaderes). El pequeño
seguía admirando el panorama y, a su vez, admirado del mismo. El paseo
de Recadero, por el que circulaba nuestro camión desembocaba en la
Puerta de Visagra nueva y la puerta antigua, del mismo nombre es la
que nos dejamos, unos 100 metros antes a la derecha. Una puerta
árabe, que servía de acceso al barrio, del mismo nombre, renombrada
y llamada Puerta de Alfonso VI, conquistador de Toledo.
fotografía de chusargo |
El
camión giró en la puerta de Visagra nueva y enfiló, de nuevo, a la
izquierda, dejando un parque, el Paseo de Merchán, ( La Vega) a la
derecha y, como siempre, bajando una cuesta empinada, para no perder
la costumbre. Girando a la derecha bajamos la Avenida de la
Reconquista, hasta el monolito que representaba esa victoria, decían,
pero a mi me parecía de otra celebración, pero no opino. Una vez en
el monolito, cruzamos la carretera de Ávila y apareció la Escuela de
Magisterio, situada en un antiguo cementerio y colocada encima. (No
sé que se quiso tapar ahí). Un poco más lejos, poco, se encontraba el futuro barrio barrio del "que no era DonCamilo"
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